Mucho se ha hablado sobre Haití en los días después del terremoto y parecería que el mundo sólo pone atención cuando sucede una tragedia de la magnitud que presenciamos. Sin embargo, Haití ha vivido en una tragedia desde su fundación como Nación. Desde su fundación, Haití ha tenido gobiernos tiránicos y notoriamente corruptos; el abuso de poder y gobernantes déspotas han sido la regla durante más de dos siglos luego de su independencia. Por consiguiente, en Haití nunca ha existido respeto a los derechos individuales: a la vida, la libertad y la propiedad privada. De hecho, el padre de la patria haitiana, Jean Jaques Dessalines, fue declarado EMPERADOR VITALICIO a raíz de la independencia en 1804. Como se sabe, Haití se convirtió en la segunda Nación del hemisferio occidental luego de los Estados Unidos de Amérca (1776).
Con su independencia, Haití pasó de una explotación de su colonizador a través de un sistema económico insostenible (esclavitud) a otra forma de explotación por parte de sus propios gobernantes (y asociados) que en el fondo se fundamentaban en lo mismo: poder y privilegio de unos pocos a expensas de las mayorías. Esta falta de cultura de respeto a los derechos individuales a la vida, la propiedad y la libertad debido a la centralización y abuso de poder en pocas manos son las causas principales del estado de situación de pobreza de Haití y de todos los países del tercer mundo, incluyendo nuestro país. Lamentablemente, muchos señalan a las potencias extranjeras como responsables del desastre político y económico que ha sido Haití desde su fundación, pero la verdad es que cada Nación es responsable de su destino. Es cierto que potencias extranjeras han incursionado e incluso invadido militarmente a Haití (y otros, incluyendo nuestro país). Sin embargo, esto es posible sólo cuando un país es débil desde el punto de vista político y económico. Me pregunto si esas potencias extranjeras hubiesen actuado de esa forma si Haití (y otros) hubiera creado un sistema económico que tuviera como resultado la generación de riquezas para pagar su deuda y un sistema político basado en la democracia e instituciones funcionales.
El único sistema que puede crear esas condiciones es el que describió Juan Pablo Duarte en su proyecto de Constitución, que tiene aplicación universal y en toda época: respeto a los derechos individuales (libertad, vida y propiedad privada), a las leyes y las instituciones para la protección de esos derechos. Este sistema no se ha implantado del todo en ningún lado de la isla, pero mucho menos en Haití. La crisis de Haití viene mucho antes del terremoto y sus consecuencias eran obvias: ingreso per cápita de menos de US$400 anual. Por otro lado, las condiciones económicas que se han creado a través de los años en Haití han provocado que la depredación sea parte del diario vivir: 98% del territorio haitiano está desforestado.
Desde hace años he estado abogando porque la comunidad internacional y los dominicanos pongamos atención a Haití. En el año 2004, cuando tenía una columna semanal en El Caribe, escribí dos artículos con respecto a Haití y la crisis política que atravesaba en ese entonces, llamando la atención a la comunidad internacional. Más adelante, cuando estuve como Consultor del BID en el 2008, formé parte de un equipo de trabajo en la preparación de un proyecto bi-nacional para el desarrollo de microempresas en la frontera. En esa ocasión tuve la oportunidad de participar en una misión que se reunió con diferentes estamentos de las autoridades dominicanas y haitianas, además de grupos de la sociedad civil. La misión se trasladó en carro desde Santo Domingo a Puerto Príncipe y pude constatar los problemas económicos, políticos y sociales que vivía Haití de primera mano.
Ahora bien, Haití acaba de sufrir un desastre natural que todos debemos tener misericordia y ayudar en lo que podamos en medio del dolor. Creo que lo más importante es orar para que nuestro Dios Todopoderoso abra la mente y los corazones de los haitianos con el fin de que lo reciban como Señor y Salvador. Por otro lado, tanto Haití como la comunidad internacional deben aprovechar esta oportunidad para iniciar de cero la reconstrucción no sólo físicamente de una Nación, sino desde las bases en que se sustenta toda una sociedad. Se debe adoptar una agenda para promover una sociedad libre basada en el respeto a los derechos individuales (a la vida, la propiedad y la libertad), las leyes y las instituciones. Además, se debe abrir las fronteras a las inversiones extranjeras y el comercio internacional sin restricciones, implantando un régimen impositivo sencillo con tasas bajas para promover el ahorro, el consumo y la inversión. Esta agenda no sólo aplica a Haití, sino también a la República Dominicana.