27 enero, 2010

La crisis de Haití no es nueva

Mucho se ha hablado sobre Haití en los días después del terremoto y parecería que el mundo sólo pone atención cuando sucede una tragedia de la magnitud que presenciamos.  Sin embargo, Haití ha vivido en una tragedia desde su fundación como Nación.    Desde su fundación, Haití ha tenido gobiernos tiránicos y notoriamente corruptos; el abuso de poder y gobernantes déspotas han sido la regla durante más de dos siglos luego de su independencia.  Por consiguiente, en Haití nunca ha existido respeto a los derechos individuales: a la vida, la libertad y la propiedad privada.  De hecho, el padre de la patria haitiana, Jean Jaques Dessalines, fue declarado EMPERADOR VITALICIO a raíz de  la independencia en 1804.  Como se sabe, Haití se convirtió en la segunda Nación del hemisferio occidental luego de los Estados Unidos de Amérca (1776).  

Con su independencia, Haití pasó de una explotación de su colonizador a través de un sistema económico insostenible (esclavitud) a otra forma de explotación por parte de sus propios gobernantes (y asociados) que en el fondo se fundamentaban en lo mismo: poder y privilegio de unos pocos a expensas de las mayorías.  Esta falta de cultura de respeto a los derechos individuales a la vida, la propiedad y la libertad debido a la centralización y abuso de poder en pocas manos son las causas principales del estado de situación de pobreza de Haití y de todos los países del tercer mundo, incluyendo nuestro país.  Lamentablemente, muchos señalan a las potencias extranjeras como responsables del desastre político y económico que ha sido Haití desde su fundación, pero la verdad es que cada Nación es responsable de su destino.  Es cierto que potencias extranjeras han incursionado e incluso invadido militarmente a Haití (y otros, incluyendo nuestro país).  Sin embargo, esto es posible sólo cuando un país es débil desde el punto de vista político y económico.  Me pregunto si esas potencias extranjeras hubiesen actuado de esa forma si Haití (y otros) hubiera creado un sistema económico que tuviera como resultado la generación de riquezas para pagar su deuda y un sistema político basado en la democracia e instituciones funcionales.

El único sistema que puede crear esas condiciones es el que describió Juan Pablo Duarte en su proyecto de Constitución, que tiene aplicación universal y en toda época: respeto a los derechos individuales (libertad, vida y propiedad privada), a las leyes y las instituciones para la protección de esos derechos.  Este sistema no se ha implantado del todo en ningún lado de la isla, pero mucho menos en Haití.  La crisis de Haití viene mucho antes del terremoto y sus consecuencias eran obvias: ingreso per cápita de menos de US$400 anual.  Por otro lado, las condiciones económicas que se han creado a través de los años en Haití han provocado que la depredación sea parte del diario vivir: 98% del territorio haitiano está desforestado.

Desde hace años he estado abogando porque la comunidad internacional y los dominicanos pongamos atención a Haití.  En el año 2004, cuando tenía una columna semanal en El Caribe, escribí dos artículos con respecto a Haití y la crisis política que atravesaba en ese entonces, llamando la atención a la comunidad internacional.  Más adelante, cuando estuve como Consultor del BID en el 2008, formé parte de un equipo de trabajo en la preparación de un proyecto bi-nacional para el desarrollo de microempresas en la frontera.  En esa ocasión tuve la oportunidad de participar en una misión que se reunió con diferentes estamentos de las autoridades dominicanas y haitianas, además de grupos de la sociedad civil.  La misión se trasladó en carro desde Santo Domingo a Puerto Príncipe y pude constatar los problemas económicos, políticos y sociales que vivía Haití de primera mano.

Ahora bien, Haití acaba de sufrir un desastre natural que todos debemos tener misericordia y ayudar en lo que podamos en medio del dolor.  Creo que lo más importante es orar para que nuestro Dios Todopoderoso abra la mente y los corazones de los haitianos con el fin de que lo reciban como Señor y Salvador.  Por otro lado, tanto Haití como la comunidad internacional deben aprovechar esta oportunidad para iniciar de cero la reconstrucción no sólo físicamente de una Nación, sino desde las bases en que se sustenta toda una sociedad.  Se debe adoptar una agenda para promover una sociedad libre basada en el respeto a los derechos individuales (a la vida, la propiedad y la libertad), las leyes y las instituciones.  Además, se debe abrir las fronteras a las inversiones extranjeras y el comercio internacional sin restricciones, implantando un régimen impositivo sencillo con tasas bajas para promover el ahorro, el consumo y la inversión.  Esta agenda no sólo aplica a Haití, sino también a la República Dominicana.


25 enero, 2010

Juan Pablo Duarte: ayer, hoy y siempre

En 1838, con 25 años de edad, fundó la organización secreta “La Trinitaria” con el fin de forjar una Nación libre e independiente de toda dominación extranjera y/o de persona alguna. Bajo el lema “Dios, Patria y Libertad”, Juan Pablo Duarte lideró un grupo de valientes patriotas en contra de una tiranía brutal, hasta instaurar la República Dominicana el 27 de Febrero de 1844.  Pero, la historia dominicana ha sido determinada por luchas de intereses particulares desde su fundación.  Este 26 de Enero, día del nacimiento del Padre de la Patria dominicana, nos preguntamos: ¿qué podemos aprender de Duarte y sus ideales para alcanzar una sociedad verdaderamente libre? El “Proyecto de Ley Fundamental” o Constitución de Duarte refleja las ideas políticas más acabadas del Prócer.

Los ideales duartianos giran alrededor de los derechos inalienables con los cuales todos nacemos, otorgados por nuestro Creador: derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada.  En el Proyecto de Duarte, se lee: “La ley, salvo las restricciones de derecho, debe ser conservadora y protectora de la vida, libertad, honor y propiedades del individuo.”  Duarte entendía que cuando se otorga poderes ilimitados al ser humano se crean privilegios excesivos y se abusa del poder.  El Prócer indica que ni la propia ley puede violentar los derechos individuales: “Ningún poder de la tierra es ilimitado,..., ni el de la ley tampoco”. También, “Todo poder dominicano está y deberá estar siempre limitado por la ley y esta por la justicia...” Finalmente, “En lo que no están de acuerdo nuestros libertos es en lo del amo que quieren imponerles al pueblo,” al referirse a regímenes extranjeros y/o autoritarios.

Como libertario que era, Duarte entendía que el gobierno debía ser responsable y limitado en su intervención en la vida pública: “Puesto que el gobierno se establece para bien general de la asociación y de los asociados,..., es responsable en cuanto a sus actos.”  Con la visión de que el Estado debe ser un instrumento de la comunidad y con el fin de limitar el poder en manos de unos pocos, la división de poderes juega un papel esencial en la organización del Estado duartiano: “Para la más pronta expedición de los negocios públicos se distribuye el gobierno en Poder Municipal, Poder Legislativo, Poder Judicial y Poder Ejecutivo.”

El Padre de la Patria dominicana esbozaba un Estado de Derecho o Imperio de la Ley, donde todos los ciudadanos son medidos bajo la misma vara; incluso, los servidores públicos.  Duarte entendía que el poder que adquiere el Estado es otorgado por los ciudadanos para tareas específicas y limitadas por la Ley Fundamental o Constitución.  En consecuencia, nadie debe estar por encima de la ley: “La Nación dominicana...es libre e independiente, no es ni podrá ser integrante de ninguna Nación, ni patrimonio de familia ni persona alguna propia...”

Actualmente, la República Dominicana va a adoptar una nueva Constitución que está llena de parches impuestos por intereses particulares y no refleja un marco de principios generales para el bien común, como planteara Juan Pablo Duarte en su “Proyecto de Ley Fundamental”.  Estamos viviendo en un momento crítico de nuestra historia republicana y los ideales de Juan Pablo Duarte han estado en el baúl del olvido desde la fundación de la Patria.  La Constitución dominicana se ha modificado en 37 ocasiones desde la primera Constitución del 6 de Noviembre de 1844.  

Muchos utilizan el nombre de Duarte para diferentes fines, pero pocos reflexionan sobre el  significado real de sus ideales. Los ideales de Duarte son vigentes en cualquier época y tienen aplicación universal.  Son estos ideales la razón de ser de este nuevo espacio disponible para el mundo: Rincón Duartiano.  Bajo la óptica duartiana es que se realizarán análisis y se presentarán propuestas en diferentes aspectos a nivel local e internacional.  Esperamos que este espacio sirva de foro abierto para discusiones e intercambio de ideas sobre economía, política, historia y filosofía.  En este día, nos quitamos el sombrero y hacemos reverencia por Juan Pablo Duarte. ¡Dios, Patria y Libertad!